Es más difícil reconocer lo que sí queremos y lo que sí necesitamos, lo que sí hemos hecho y lo que sí hemos aprendido que anclar en el terreno de la condescendencia. El autosabotaje no suele ser tan evidente, viene de mil colores, afectos, personas y deseos.
Hablar abiertamente cuanto sentimos que el mundo se desmorona y no damos una, es un pasito que se siente diminuto pero al sumarlos entre sí, se vuelven grandes distancias recorridas hacia el autoconocimiento y el entendimiento de una misma; claro que eso no se percibe en el momento, la sensación que vivimos nos indica que entre más intentas moverte, más de hundes. Como gritar en el vacío, aquel en el que lo único que resuena y que vuelve a ti como respuesta es un eco retumbando una simple palabra: EXAGERADA.
El sonido del eco puede regresar a través de palabras o ausencias de personas concretas, personas que terminan transformándose en el vacío mismo, conductoras y amplificadoras del mensaje, del sabotaje a una misma. No es que ellas lo generen, porque por algo se llama auto-sabotaje, pero sí lo sostienen, de manera continua y eso es suficiente para que tenga un impacto en que no escuchemos nada más. Falsas redes de apoyo, pero es muy cierto que así como se puede lograr la expansión del vacío, cuando las palabras que duelen son expresadas y recibidas con empatía y cuidado, la cosa cambia. Ese vacío comienza a volverse espejo, reflejo en el que las palabras y tristezas toman cuerpo y se vuelven palpables.
Entonces, la depresión tiene forma y existe, hay algo que es real y que se puede acompañar, tratar y que al ser nombrada, deja de ser una incertidumbre que alimente el sentimiento de estar exagerando, de no tener control ni consciencia de lo que una misma es, lo que una misma siente, lo que una misma está atravesando. Porque es un camino engañoso que nos hace mirarlo como sencillo, pero es sumamente doloroso, solitario y destructivo, parece sencillo en tanto nos muestra que no hay más opción mas que solo fluir en la incertidumbre y el remolino de preguntas, inquietudes, vivir en una ansiedad eterna que tan solo pesa y se acumula en el pecho. La duda de una misma, de lo que se siente, se alía con los complejos y el estigma alrededor de pensarnos débiles, enfermas o con alguna falla.
Las redes de apoyo, las amigas, la familia, las compañeras de trabajo que escuchan la misma historia mil veces, contada de cien formas distintas con docenas de contradicciones, acompañan el sinsentido con lo más vital, la presencia. Éstas pueden marcar la diferencia en los procesos de sanación de los trastornos de salud mental como la depresión.
En mi experiencia, ha sido una base importante contar con el espejo que mis redes representan, contar con espacios seguros para repetir una y mil veces que me estaba rompiendo, o de simplemente callar en el silencio sostenido de alguien que sabía que aún en la ausencia de mi voz, yo existía y estaba diciendo algo importante. Así cuando me sentí lista, pude mirarme y llevarme a espacios de apoyo profesional para contar con otro acompañamiento más, un tratamiento que pudiera potenciar el trabajo que por mucho tiempo, pensé que necesitaba cargar yo sola. Soy muy honesta al nombrarme privilegiada, aún en los momentos más cercanos al caos, hubo personas, amigas, que sin decir una sola palabra, me abrazaron.
Hoy estoy aquí, sanando con sus altas que a veces son escasas y sus bajas que parecen mesetas eternas, pero rodeada de mucho amor y empatía en espacios diversos de mi vida, incluyendo de vez en cuando la relación conmigo misma. Estos espacios también, he de decir, que los he construido y elegido, y lo digo porque también se trata de honrar las decisiones que incluso estando atrapada en el eco del vacío y la tristeza, fui capaz de soltar vínculos que me enganchaban en el sinsentido y que alimentaban a los fantasmas del autosabotaje. No es fácil, no lo ha sido y no sé si lo será algún día, pero sé que hoy es un día más, que llevó un año y 25 días decidiendo estar, y por ello quiero hacerle saber a quien sea que lo necesite, que si en algún momento siente que si tristeza les dice locas, o existen amplificadores a su alrededor que acentúen la desconfianza en lo que están sintiendo, siempre cuentan conmigo para decirles que ustedes tienen razón y que la tristeza es real, no están locas y tampoco están solas en ésto.
Los prejuicios alrededor de los trastornos de salud mental pesan, el rechazo y el estigma que hay sobre la medicación psiquiátrica es como un ancla que te hunde en la negación de la existencia de algo más que la voluntad, cada día me recuerdo que soy también un cuerpo, materia, que puede tener deficiencias que no son malas, y que necesitar un complemento para que pueda estar bien, no es malo ni es algo de lo que deba avergonzarme. Estoy llendo hacia el camino de cuidarme, del bienestar, de quererme tanto como se pueda y aceptarme también cuando no pueda hacerlo.
Falta camino, aún es algo que no puedo decir en voz alta para que todas a mi alrededor me escuchen, y sé que más que por mí, es también por esas personas que sé que como yo en un inicio y a ratos aún, tenemos preconcepciones de lo que implica hablar de la depresión, la ansiedad, el suicidio y la psiquiatría. No es su culpa, pero tampoco la mía, y decidir no hablar, aunque pesa de vez en cuando, por ahora es también cuidar de mis energía y saber qué procesos puedo sostener en este momento.