sábado, 23 de agosto de 2014

¿Libres y felices?

 


Tiento los cristales y están fríos, puedo atisbar el zumbido de sus adentros. Las lágrimas no vienen del fondo, caen del cielo y las adopta a pesar de ser ajenas. Aveces la tristeza y el dolor son semillas que caen de arriba y que enterramos en lo bajo, las ocultamos de las miradas quisquillosas, de las palabras entrometidas e hirientes. No dejamos que germinen, les impedimos que crezcan, que se desarrollen y como todo, si no sale se queda ahí, atascado y en las peores condiciones.



Lo más preocupante de todo, es que las personas que más las rechazan, son las que intentan aparentar mayor felicidad. Temen enfrentarse a sus temores, no pueden dar el salto y mirarse desde el otro lado del lago ¿Es acaso eso felicidad? No podemos guardar las semillas para siempre, porque incluso la tristeza y el dolor son bases para conocer la felicidad y el placer. El que se oculta tras la máscara de una alegría eterna e imperturbable, es porque guarda un gran temor en el fondo de su ser, en lo más bajo. Esa lucha interna por contener a la semilla, se vuelve un modo de vida que nos aleja de mundo externo y a la vez interno, pues únicamente nos preocupa una diminuta parte que se encuentra en nosotros y que ni siquiera es propia; nos olvidamos de lo que somos, de los nuestros y lo propio.
El ser está tan colmado de inseguridades, prejuicios, talentos y cualidades, la palabra complicado es simple en comparación con la realidad. ¿Qué tan reales somos? Es difícil saber el grado de realidad de todo lo que sentimos, las causas, los por qués. Todo cambia de un ser a otro, el entendimiento es tan difícil y ajeno a lo que sucede de manera exterior a cada uno, que en realidad somos sujetos que van a la deriva encerrados en su propio universo; he errado al decir que somos mundos, un mundo es uno y es poco, se termina como la vida misma pero nuestra complejidad va más allá de los límites de una atmósfera, somos universos llenos de estrellas y agujeros negros que nos hacen ser creadores y seres de destrucción. ¿Cómo pretender la felicidad si no sabemos nada que no venga de nosotros? ¿Cómo sentirse desolado, deprimido, si no conocemos nada de lo que hay fuera? Es una lucha entre una ignorancia infeliz contra una ignorancia llena de esperanza. La espera desesperada contra la espera esperanzada, ambas originadas en un mismo conocimiento, el ser seres que se acompañan en presencia de existencias egoístas y desconocidas, que vagan en un mundo que no conocen más allá de sus propios sentidos. Porque somos seres narcisistas a los que les cuesta ubicarse como uno en el millón, no podemos siquiera pretender ponernos en un sitio distinto, aprender a percibir como si fuéramos libres, porque no lo somos, aún no podemos serlo porque no sabemos vivir así, la libertad es enemiga de la ignorancia, del individualismo, porque ser libre no ser sólo tú es ser todos, ser capaz de vivir y sentir lo que todos y no como unos.  
La lucha interna entre la tristeza y la felicidad es resultado de ese desconocimiento del otro, porque nos creemos el centro, nos han vendido una idea errónea de lo que el ser único es. No somos iguales, pero tampoco somos del todo diferentes, optaría más por decir que no somos diferentes pero tampoco somos del todo iguales, tenemos más similitudes que diferencias; porque todos sentimos a través de los sentidos y ninguno de nosotros goza de la libertad, ninguno. Nos han dicho que ser únicos nos hace totalmente inigualables, que si nos equivocamos, nadie se equivocará como nosotros, y si triunfamos, nadie lo hará como uno. Nos ha vuelto egoístas, prisioneros de nuestro propio ego, nos han arrebatado las posibilidades de ser libres.
Cuando la preocupación de que la semilla de la tristeza se haga pública descienda, será cuando entendamos que todos la cargamos, porque es parte de un exterior que desconocemos y nos empeñamos en mantener alejado, haciéndonos sentir que es algo nuestro y que se encuentra en lo más profundo de nuestro existir.  Cuando entendamos que somos iguales pero diferentes, entenderemos que cargamos con los mismos problemas pero los atendemos de maneras diferentes, los percibimos de formas distintas e incluso a veces, podemos catalogar las situaciones en diversas variedades, descartándolos inclusive de la categoría de problemas.

viernes, 22 de agosto de 2014

En compañía de la soledad...


Hay ocasiones en el transcurso de un sólo día, que nos hacen repensarnos como personas, como sujetos y como individuas. Puede ser desde una mirada al tráfico citadino, hasta esas pláticas que se tienen con amigas. Yo tengo muchas metas por cumplir, algunas tantas son tan utópicas como otras, sin embargo el simple acto de planear y tener objetivos por cumplir, te dan material para pensar y guiar un poco tu manera de ser y vivir. Es curioso que incluso los que en algún momento decimos que no nos importa lo que dirán de nosotras, estamos diciéndolo para dar una imagen ante un otro.




Algo que me impresiona mucho de todo esto, es lo mucho que puedes sufrir en el intento de realizar lo necesario para ser o tener lo que te gusta y quieres. La forma en que los demás, esos otros seres que se encuentran en situaciones similares a la tuya, que no comprenden ni su propio mundo y que intentan comprender, y lo peor de todo, modificar mundos ajenos de los cuales no saben nada. ¿Cómo es que esas demás vidas pueden interferir tanto en lo ajeno? Si bien somos seres sociales, es increíble que a pesar de ser hoy en día una sociedad tan individualista, aún tengamos esa tendencia a invadir el terreno personal de los demás. 



Creo que esto parece reproche, y quizás en cierto modo lo sea porque como bien sé, casi siempre (por no decir que siempre para no sonar reduccionista) cuando estamos hablando de algún tema, lo hacemos desde nuestra propia experiencia, le añadimos a pesar de contener rasgos de otras personas, otras ideas, etc. nuestra propia visión de las cosas. En lo personal es muy triste saber que cada paso que das, es siempre vigilado por un tercero, un tercero que puede ser desde tu familia, tus amistades, hasta esos desconocidos de los que no tienes ni consciencia de su existencia.  Es muy triste y a la vez alarmante, no puedes ser tú con ellos pero tampoco sin ellos, es decir, no existe libertad suficiente para tratar de encontrar y expresar lo que se quiere ser, porque siempre cargamos con ese conocimiento de un otro que juzgará y será testigo de lo que hagamos o no; pero así mismo somos una debido a que hay un otro que nos da esa legitimidad; si estuviéramos solas en el mundo, si siempre hubiéramos estado solas jamás nos hubiera preocupado la noción del ser algo o alguien. ¿Por qué, para qué o para quién seríamos algo si sólo estábamos nosotras? 
 Particularmente me parece triste pensar así, explicaré por qué. Sin los demás nosotras no estaríamos, según yo, interesadas en conocernos a nosotras mismas porque la meta de saber qué somos no se vería motivada por explicarle o demostrarle a alguien más. El interés de saber precisamente lo que se es, en general tiende a ser para diferenciarnos de lo que no somos, de un otro, ya sea la familia, la amiga o el extraño. Imagino que entonces cuando decimos que necesitamos tiempo para estar completamente solas para repensarnos, en realidad estamos intentando decir que necesitamos estar alejadas del bullicio y la presencia física de los demás, pues para repensarnos necesitamos tener presentes a esas personas dentro de nuestros registros mentales, obteniendo entonces puntos de partida y de comparación para entendernos, fijarnos metas, objetivos, entender el por qué nos gustan o no las cosas.
 La soledad nunca es completa, la soledad siempre se acompaña de las huellas que las demás van dejando en y con nosotras. Una vez una maestra nos dijo, que los seres humanos somos como las cebollas, nuestro ser está formado por experiencias, recuerdos, hechos, no somos un todo concreto y si vamos buscando llegar al fondo, encontraremos que no somos nada. Es como decir que somos sólo polvo de estrellas, eso en realidad ya es ser algo, es ser origen y en realidad lo somos porque nosotras somos parte del origen de otras personas en las cuales dejamos huella, TODAS SOMOS POLVO DE ESTRELLAS, porque siendo una no somos nada, pero todas en conjunto formamos miles de estrellas, galaxias, personas, sujetos, mascotas, todo. Es por ello que la soledad nunca es una soledad totalitaria, porque siempre estamos acompañadas de un otro, porque en nuestro propio ser está la amiga, la familia, los extraños que vimos un día por la calle, en una hay muchos y en muchos está una también. La soledad es para los que no se conocen, porque cuando no te conoces entonces es cuando llega la sensación de encontrarse en un lugar aislado y solitario, el que se siente solo, se siente perdido, se siente vacío, no es nada.