A veces hace falta cerrar los
ojos, no bastan los párpados. Quisiera convertirme en el dulce viento que acompaña
una melodía de piano, con sus notas ligeras y a veces tristonas, siempre
dulces.
Quiero cerrar los ojos, dejar a
la mente volar entre fantasías que alcanzan los deseos más profundos, que se
arraigan en el fondo de mi ser más puro. Cierro los ojos como mecanismo de
defensa antes esta realidad tan contradictoria y compleja.
Sí, me gusta adentrarme en
utopías, no me agrada la realidad que me abrasa cual fuego.
Me pierdo en sus notas, puedo
escuchar el roce de sus dedos con las teclas del piano negro frente al ventanal
de la sala, su silencio cargado de significados ocultos en él; una
concentración cuyo resultado transmite emociones indescriptibles ante la lengua
tan pobre que solo sabe emitir palabras, acciones y adjetivos.
La calma, ¡Oh, dulce calma!
Bienvenida eres en momentos de angustia, en donde me es difícil encontrarme en
su mirada, ni siquiera el espejo del agua puede afinar mi propia imagen.
Sólo tú ¡Oh dulce música! Llegas a
mis sentidos por más de una vía, no es sólo el oído al que seduces. Los aromas
de la suave pradera llegan, con el aroma de la cálida madera de los árboles
altos y frondosos, de ese sol que quema como un abrazo en invierno; vienes
acompañada de las imágenes que proyectan tus aromas, tus sonidos, tus notas.
Siento el temor, siento, ¡Oh musa de mil tonos! Siento la tristeza de la
soledad que nos rodea, somos compañeras asiladas en un singular entendimiento.
La ansiedad me hace presa de los
nervios, no puedo parar de pensar, las imágenes se tornan borrones, los aromas
se pierden en una mezcla indescifrable; pero siempre estás tú, dulce sonido,
con un tono para cada momento. Siempre continuo, siempre presente; llenas el
silencio con tus pausas que me permiten pensar para mí.
Ahí viene de nuevo, la cadencia
suave y transparente, no sé si he perdido la razón pero es maravilloso poder
escucharte, entender tus ritmos. Tu lentitud y tus sobresaltos tienen siempre sus
motivos.
¡Para ya! Eres insensata con mi
memoria, traes cual relato sus palabras a mis oídos, sus miradas a mi cuerpo
que se tensa al recordarlas tan frías e indiferentes. ¡Bastarda! Te creía amiga
y resultaste hermana. Me conoces más de lo que pensaba, atravesaste la línea de
la tolerancia, ¡Deja de mirarme! Me acusan tus notas que con tiempos diversos,
mixtos, me devuelven lo que soy.
¡Apiádate de mí! Deja de seguirme, quiero volver a mi sala, a mi pradera
tranquila que me recuerda mi falsa identidad, utopía fabricada en tus entrañas.
Estoy exhausta, mi cuerpo yergue inmóvil
mientras sigue la rutina diaria. Entonces vuelve como antes, me extiendes tu
mano y entonces me despiertas de mi letargo de realidad ¡Volviste! ¡No me
abandones de nuevo, te lo ruego! La tensión, tan sarcástica, burlona, me ataca
y me hiere al reflejarme con desprecio que no soy lo que creo. Sólo tú buena
amiga, vuelves a mí y me cobijas bajo el velo de tu fantasía, que como alivio a
mis temores, me permites seguir danzando entre las flores y las nubes. No, no
diré que se ha ido, ella sigue aquí conmigo pero es ahora como una parte de mi
niña pequeña que tengo que aprender a consolar. Ella tiene miedo, y la tristeza
le azota como viento de otoño. Es la realidad que le apremia a crecer.
¡Pequeña niña, deja de llorar!
Estará aquí para ti.
Evitas a toda costa su nombre,
porque ni siquiera sabes si es el correcto. Lo único que sabes es la mezcla de
emociones que causa en ti, que germina cual semilla fértil en el campo. Quisieras
saber, poder conocerle, pero estás tan confundida y eres tan pequeña que apenas
y logras mirarle el rostro. ¡Hay amor,
es sólo una niña! Eres mi diminutivo, contrólate, te lo pido.
Antes de que la penumbra se cierna
sobre nosotras, una sola, llega el sonido que tiempo a tiempo, va incrementando
su volumen. Sus notas nos ofrecen su mano ligera, pues nos ve al borde del
conocimiento, de la desdicha del saber y la afronta entre tú y yo.
Ahora volvemos y me encuentro de
nuevo siendo la yo de esa musa. El temor, aquel que tu vulnerabilidad me
causaba, se ha evaporado y vuelvo a bailar sobre el pasto que hace cosquillas a
mis pies, y que a propósito de esto, ha devuelto la risa infantil a mi boca.